La dama tapada es un
personaje de una leyenda de la creencia popular ecuatoriana. Según la
tradición, la historia ocurrió cerca del año 1700 cuando varias personas
habrían muerto a causa de la Dama. Nunca se le veía antes de las doce ni jamás
nadie oyó, en la aventura de seguirla, las campanadas del alba, a las cuatro de
la madrugada.
Nunca se supo de donde
salía la dama tapada; pero el trasnochador de doce y pico que se entretuviese
por alguno de los callejones, de seguro que al rato menos pensado tenía delante
de sí, a casi dos metros, siempre como al alcance de las manos pero nunca
alcanzable.
Las características físicas de la Dama Tapada es que es una mujer
de gentilísimo andar, cuerpo esbeltísimo y aunque siempre cubierta la cabeza
con mantilla, manta o velo, revelaba su juventud y su belleza y a cuyo paso
quedaba un ambiente de suavísimo perfume a nardos o violetas, reseda o galán de
noche.
Cuenta la leyenda que todo
hombre fuese viejo, morado o joven sarmiento, sentíase irresistiblemente atraído
y como si estuviera inspirado para dirigirle piropos. El hombre la seguiría a
una distancia de unos dos metros, sin que ella alterara su ritmo; pero sin
dejarse nunca alcanzar, ni disminuir la distancia de un metro a lo sumo; pues
bajo su que influencia, el acosador no podía avanzar a acortar esa distancia.
Y el hombre caminará y
caminará, la dama cruzaba rápido con la pericia de una buena conocedora de los
vericuetos, siempre por callejones y encrucijadas, sin acercarse a calles
anchas. Las almidonadas arandelas de su
pollera unas veces sonaban, los restregos de sus sayas de tafetán, otras, pues
nunca se repetían sus trajes, salvo la manta o el velo
.
Sólo pequeños
esguinces de su gallarda cabeza, como animando a seguirla; sólo algo así como
el eco imperceptible de una ahogada sonrisa juvenil, eran los acicates del
galán que se empecinare en seguir a caza tan difícil. La dama posee un dato
curioso: a su paso los rondines dormían si alguno estaba en la calle, y nadie
que viniere de frente parecía verla; la visión era sólo para el persecutor, que
ya perdida la cabeza y el rumbo, seguía inconsciente, hipnotizado, cruzando
callejas y callejas sin saber por dónde, ni hacia donde le llevaban su
curiosidad o malicia y el irresistible imán que lo precedía.
Cuando de pronto la
tapada se detenía a raya daba media vuelta de precisión militar y levantándose
el velo que cubría su cara, no decía sino estas frases:
-Ya me ve usted como
soy, Ahora, si quiere seguirme, siga-
Y el rostro tan
lindamente supuesto, se mostraba en verdad bellísimo, fino, aristocrático,
blanco, sonrosado, fresco, griego, magnifico…pero todo era una visión de un
segundo. Inmediatamente, todas las facciones iban desapareciendo como en
instantánea descomposición cadavérica: a los bellísimos ojos sucedían grandes
huecos que a poco fosforecían como en azufre; a los lindos labios las
descarnadas encías, a las mejillas los huesos; hasta que totalizada la
calavera, un chocar macabrito de crótalos eran las mandíbulas de salteados
dientes. Y un creciente olor de cadaverina apestosa reemplazaba los ricos
aromas anteriores.
Otra media vuelta de
la dama y el que alcanzara a verla la hubiera visto como evaporarse al llegar a
la vieja casa abandonada de don Javier Matute el que no alcanzaba a ver esto,
allí quedaba, paralizado y tembleque, sudor frío y baboso, o loco o muerto…solo
el que había visto a la TAPADA podía adquirir el rumboso título de TUNANTE.
Y agrega la leyenda
que el alma en pena era de una bella que en vida había abusado del comercio de
la carne, sin ser carnicera.
Tu mama cuando llegas tarde a casa |
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